domingo, 31 de octubre de 2010

Let Each One Go Where He May - Ben Russell





Let each one go where he may (2009)

Ben Russell

Estados Unidos


De lo más lejano que se puede encontrar al cine comercial esta película se compone de trece largas tomas que muestran el viaje físico y mental que realizan un par de hermanos en memoria o tributo de sus ancestros que hicieron el mismo recorrido escapando de la esclavitud.  De ahí es donde toma el título Ben Russell, de un mito oral de Surinam que narra cómo los dioses le otorgaron libertad a todos para ir a donde quisieran a raíz de las injusticias que sufrían como esclavos. 

Let each one go where he may toma entonces un nuevo significado más allá del mero título y se convierte en una propuesta cinematográfica original y rebelde que reta al espectador y al pensamiento establecido.  Creo yo que una de las virtudes de esta película se encuentra en la verdadera libertad que presenta el director para dejar que suceda la acción.  ¿Por qué hacer elipsis entonces de todos esos momentos que resultan “poco atractivos” pero que son parte de nuestras vidas diarias como el desplazamiento de un punto a otro?  ¿Serán acaso esos los momentos que mejor logran atrapar un guiño de realidad?  Nuestra vida cotidiana se construye de hechos intrascendentes y probablemente pasemos días enteros sin alguna experiencia sobresaliente y entonces nos vemos en la necesidad de adornar nuestras anécdotas transformándolas en algo que no son.  Y eso es lo que han venido haciendo en gran parte los productores de imágenes como el cine y la televisión:  vendernos la idea de que la vida es otra cosa muy distinta a lo que vivimos día a día, otros gozan mientras el resto sufrimos añorando que algún día nos toque a nosotros casarnos con la patrona.  La idea de lo que debe de ser una vida emocionante no es más que la idea que nos han venido plantando.  Aquí está el primer llamado del director: deja a ir a cada quien a donde quiera ir.

Más allá de la efectividad del espejo que genera esta técnica, creo que la belleza de este estilo se encuentra en otro lado.  Para mi,  lo que más valoro de esta película es el constante reto en el que pone el director al espectador.  Let each one go where he may es entonces también una advertencia que realiza Russell al espectador al quitarnos ese mágico poder que tiene el observador de decidir hacia dónde ver.  Me recuerda a algo que dijo un profesor alguna vez:  la mirada del espectador es muy poderosa, debe de poder hacer girar la cámara hacia lo que quiere ver, siempre y cuando el director se lo permita.  Pues en este caso, Russell, no nos lo permite y para la primera media hora dejamos de resistirnos y nos damos cuenta que en esta película nosotros no decidimos el rumbo.  Esto le quita de cierta manera una responsabilidad al espectador ya que la resolución (si es que existe alguna) y su comprensión dependen cada vez menos de él y el trabajo recae en el director y su capacidad de registro y narración.
 





 











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