domingo, 31 de octubre de 2010

The Atomic Cafe - J. Loader, K. Rafferty and P. Rafferty






The Atomic Cafe (1982)

Jayne Loader/Kevin Rafferty/Pierce Rafferty

Estados Unidos


 Gran compilación de material de stock que representa con un humor negro las creencias y el mundo norteamericano después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki.  Es también una reflexión al papel que ha jugado el cine en la formación de ideas sobre el tema.  La ignorancia y el control de la información han permitido que nuestras ideas sean fácilmente tumbadas y reconstruidas por otras simplemente porque la pantalla nos lo dice.  Es claro que en la actualidad existe de cierta manera un mayor acceso a la información que puede permitirnos crear un mejor juicio sobre la veracidad de los datos, pero a mediados del siglo pasado no existían las herramientas ni la globalización que actualmente nos permite dicho conocimiento.

A lo largo de esta compilación es imposible evitar reírse y sorprenderse ante la ingenuidad que se presentaba por parte de los informantes, y sobre todo la ingenuidad de la gente que realmente se cree todo lo que les dicen.  La bomba atómica entonces constituyó una gran arma no de destrucción sino de control de masas a través del temor y la conciencia de tenerla.  El mundo entero vivió pensando realmente en que cualquier error podía detonar la atomic bomb sobre sus casas.  También hay que pensar que en esos años debe de haber existido una gran conciencia de culpa en el pueblo norteamericano, aunque no la demostraran.  Pero es culpa no está fundamentada precisamente en lo hecho sino en la posibilidad de lo que les pueden hacer.  Es entonces obvio y comprensible que la población de Estados Unidos viviera al borde de la paranoia y la duda ante infiltrados y posibles retaliaciones provenientes de algún poder comunista.

Me parecieron realmente sorprendentes los distintos filmes militares que supuestamente informan y entrenan.  Es claro que ni siquiera ellos conocían los efectos de lo que estaban haciendo, presentando incluso efectos inmediatos únicamente claramente con desconocimiento de las consecuencias a largo plazo y que hoy en día siguen afectando a recién nacidos.




  


  

  















 

Noche y Niebla - Alain Resnais






Nuit et Brouillard (1955)

Alain Resnais

Francia



Uno de los primeros trabajos que se realizaron sobre el Holocausto después de la guerra.  Alain Resnais utiliza como punto de partido, los campos de concentración en la actualidad con material a color y suaves desplazamientos de cámara.  El color, la tranquilidad y el suave movimiento hacen imágenes pasivas y tranquilas que crean un conflicto en el imaginario colectivo que piensa inconcebible que en esos lugares haya existido tanto dolor y tanta injusticia.  Y es precisamente ese punto de partida que toma Resnais para viajar al pasado con material de stock en blanco y negro.  Un documental que refleja lo sucedido a partir de la memoria y del recuerdo de los lugares, estos lugares que tuvieron un incomprensible flujo de entrada y casi nulo de salida en donde las huellas aún hoy en día permanecen.

Alain cree que es indispensable el recuerdo y la memoria para avanzar a un futuro,  analizar lo sucedido y evitar que vuelva a suceder.  No sólo por nosotros y el futuro, también por aquellos que murieron y sufrieron es injusto y absurdo olvidar.  De esta manera logra que a pesar de la fuerte naturaleza de las imágenes que hay sobre el tema, sean los espacios vacíos y sin gente los que realmente nos atormenten.  Son estos espacios en donde el director resalta huellas de lo que pudo haber sucedido, nuestra imaginación y conocimiento se encargan de llenar el resto.  Resulta entonces imposible salir inafectado por las hileras de camas, las letrinas,  los montes de cabello y los edificios abandonados.

Es atrevida también la postura de Resnais en la que comenta incluso el estilo de vida de los opresores a corta distancia de los campos de concentración y termina con el eterno debate de ¿quién es el responsable de los sucedido?












Fake Fruit Factory - Chick Strand





Fake Fruit Factory (1986)

Chick Strand

Estados Unidos 



Fake Fruit Factory es una breve invitación a formar parte de un grupo de mujeres mexicanas que trabajan en la frontera haciendo las típicas frutas de papel que hay en prácticamente todas las casas mexicanas.  Es interesante la manera en la que decide Chick Strand retratar esta actividad con el uso de prácticamente puros cuadros cerrados.  Creo que eso y el movimiento inevitable de la cámara en mano con zoom nos dan una sensación de presencia.  A diferencia de otros directores como Flaherty y Rouch, Strand nos adentra en el momento prescindiendo de la voz en off y alguna posible narración o explicación.  En algunas ocasiones utiliza música que me parece encaja a la perfección con la imagen.  Todos estos elementos se suman para darnos la impresión de ser una mosca inadvertida que observa la acción.  De esta manera Chick Strand logra un retrato sincero y sobre todo me parece real.

A lo largo de este corto documental hay varios momentos en los que puedo sentir el reflejo de lo mexicano, casi como si Chick Strand hubiera nacido en nuestro país.  Los colores, las situaciones, los diálogos y la música engloban una serie de detalles que generan un ambiente que se siente definitivamente mexicano detonando una inevitable sonrisa nostálgica en muchos de nosotros.  Una secuencia que me parece magnífica dentro de la película es cuando entra la primera canción, Si a veces hablo de ti de José Luis Rodríguez “El Puma”.  La canción elimina el diálogo y las imágenes de manos trabajando con colores en frutas y flores que todos hemos visto crean una perfecta combinación que encierra en una secuencia tantas identificaciones mexicanas que es imposible en mi posición no sonreír al encontrar un sincero retrato.









 

Let Each One Go Where He May - Ben Russell





Let each one go where he may (2009)

Ben Russell

Estados Unidos


De lo más lejano que se puede encontrar al cine comercial esta película se compone de trece largas tomas que muestran el viaje físico y mental que realizan un par de hermanos en memoria o tributo de sus ancestros que hicieron el mismo recorrido escapando de la esclavitud.  De ahí es donde toma el título Ben Russell, de un mito oral de Surinam que narra cómo los dioses le otorgaron libertad a todos para ir a donde quisieran a raíz de las injusticias que sufrían como esclavos. 

Let each one go where he may toma entonces un nuevo significado más allá del mero título y se convierte en una propuesta cinematográfica original y rebelde que reta al espectador y al pensamiento establecido.  Creo yo que una de las virtudes de esta película se encuentra en la verdadera libertad que presenta el director para dejar que suceda la acción.  ¿Por qué hacer elipsis entonces de todos esos momentos que resultan “poco atractivos” pero que son parte de nuestras vidas diarias como el desplazamiento de un punto a otro?  ¿Serán acaso esos los momentos que mejor logran atrapar un guiño de realidad?  Nuestra vida cotidiana se construye de hechos intrascendentes y probablemente pasemos días enteros sin alguna experiencia sobresaliente y entonces nos vemos en la necesidad de adornar nuestras anécdotas transformándolas en algo que no son.  Y eso es lo que han venido haciendo en gran parte los productores de imágenes como el cine y la televisión:  vendernos la idea de que la vida es otra cosa muy distinta a lo que vivimos día a día, otros gozan mientras el resto sufrimos añorando que algún día nos toque a nosotros casarnos con la patrona.  La idea de lo que debe de ser una vida emocionante no es más que la idea que nos han venido plantando.  Aquí está el primer llamado del director: deja a ir a cada quien a donde quiera ir.

Más allá de la efectividad del espejo que genera esta técnica, creo que la belleza de este estilo se encuentra en otro lado.  Para mi,  lo que más valoro de esta película es el constante reto en el que pone el director al espectador.  Let each one go where he may es entonces también una advertencia que realiza Russell al espectador al quitarnos ese mágico poder que tiene el observador de decidir hacia dónde ver.  Me recuerda a algo que dijo un profesor alguna vez:  la mirada del espectador es muy poderosa, debe de poder hacer girar la cámara hacia lo que quiere ver, siempre y cuando el director se lo permita.  Pues en este caso, Russell, no nos lo permite y para la primera media hora dejamos de resistirnos y nos damos cuenta que en esta película nosotros no decidimos el rumbo.  Esto le quita de cierta manera una responsabilidad al espectador ya que la resolución (si es que existe alguna) y su comprensión dependen cada vez menos de él y el trabajo recae en el director y su capacidad de registro y narración.