miércoles, 1 de diciembre de 2010

Les glaneurs et la glaneuse - Agnès Varda


Los espigadores y la espigadora (2000)


Agnès Varda


Francia



Varda es brillante.  Tiene una capacidad impresionante de contagiar emociones y es inevitable una pequeña y cómplice sonrisa en nuestros rostros cada vez que la vemos en pantalla.  Sus pensamientos son constantes pruebas de su capacidad de reflexión y transmisión: Agnès tiene ya toda la experiencia que inevitablemente se adquiere con el tiempo.  Se sube al tren del siglo XXI con una cámara handycam y le demuestra al resto del mundo que sus peleas y discusiones sobre la efectividad del video para el cine son una pérdida de tiempo.  35mm o video, da igual, lo que importa es quién mira y cómo mira.  A Varda sí le creería una película realizada con su celular.

A los pepenadores les tocó ser la descendencia citadina de los espigadores de campo.  En las calles de todas las ciudades del mundo, gente vive de lo que le sobra a los demás.  Entre la basura y el piso hallan lo que necesitan.  Pero no es cuestión de meter la mano y agarrar lo que salga.  Hay que conocer el oficio, y ello involucra una hábil inspección que con los años debe volverse más y más fina para poder tomar antes lo mejor. 

Pero para que el acto de espigar pueda llevarse a cabo, tiene que existir tanto algo qué recoger (que generalmente es perecedero), como alguien que lo haga (que generalmente es pasajero).  Y es en este punto donde comienza a tomar un mayor y hermoso sentido la película.  Agnès es la espigadora.  Que belleza de analogía.  Lo que pasa es que el cineasta eso debe de ser: un hombre o mujer que camina detrás del resto recogiendo los restos de lo que van dejando para así comprender a los que van en el grupo de adelante.  Pero los momentos son únicos y cada segundo suceden mil cosas “espigables” en el mundo (algo perecedero que recoger) y no en cada rincón donde eso sucede hay un cineasta con la cámara lista (espigador/a).  Además hay que sumar que de los pocos espigadores que hay en el mundo, únicamente pocos saben recoger lo que aún no se ha podrido.

No puedo terminar este comentario sin decir algo acerca del Baile de la tapa de la cámara.  Me hizo sonreír tanto como pocos momentos cinematográficos lo han hecho.








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