miércoles, 1 de diciembre de 2010

Erkennen und verfolgen - Harun Farocki


War at a distance (2003)
Harun Farocki
Alemania


El siglo pasado abrió las puertas a un mundo extremadamente agitado e inestable.  Un mundo que comenzó a ignorar las barreras geográficas desde distintas perspectivas: por un lado las “asociaciones internacionales”  como la ONU, La Unión Europea y el TLC han pluralizado los intereses de cada país;  por el otro, la tecnología (como motor que nos ha permitido la captura de imágenes con un solo dedo) y más específico el Internet (como motor que nos ha permitido la inmediata transmisión de virtualmente cualquier tipo de información) han dado a la gente una nueva plataforma en la que las fronteras políticas no existen.  Sea como sea, hoy la globalización es un hecho y pocos son los rincones del mundo que no han sucumbido ante las tentaciones de un modelo capitalista.  Y es que todo el mundo quiere ser rico, todo el mundo quiere vivir bien.

Pero no se puede olvidar que una de las principales causas del crecimiento exponencial de la tecnología en el siglo pasado fue la guerra, y Harun Farocki no lo ignora.  Esta película es puro cine crítico y filosófico.  Cine que te hace frenar por un momento, bajarte del mundo y pensar: ¿Dónde hemos llegado? ¿Para qué? ¿Por qué?  En menos de cien años nos hemos convertido en un mundo prácticamente visual que no ha parado ni de consumir ni de crear imágenes.  Y la cosa pinta peor.

Pero cuál es la naturaleza de una imagen, si no es ser vista.  ¿Qué es entonces una imagen que nunca va a ser vista por ojos humanos?  Una imagen levantada por máquinas inteligentes cuya única finalidad es ser analizada por otra máquina inteligente.  Antes el mundo se preocupaba porque era imposible controlar todas las imágenes, hoy asusta pensar que todas las imágenes que vamos a dejar de ver podrían ser analizadas e interpretadas en ceros y unos por metales y plásticos a los que nosotros les hemos dado vida.  Cajas de metal nos comienzan a opacar en la realidad.  Cajas de metal comienzan a tomar nuestro lugar.  La guerra y la cotidianeidad comienzan cada día más a ser un juego en el que tenemos continues infinitos con nuestros cuerpos abrigados a kilómetros de distancia del peligro más cercano.







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